Oswaldo Guayasamin
Te fuiste un día diez. Te despediste con un beso y te fuiste...
Cerraste la puerta dejándome con ganas de quedarme contigo, de encerrarte en mi cuarto y robarme tu cuerpo y tu idioma, tu olor y tu sonrisa. Sólo los restos de tu ausencia quedaban en mi almohada y en mis sábanas. Cuando te despediste no me dijiste si regresabas al final de este mes o el siguiente año.
Eres tú mi mayor sueño, todo lo que quiero y lo que busco porque no me siento mas tranquila que cuando abro los ojos y siento tu barba recargada en mi frente, aunque sea solo por unas horas en años, aunque sean contadas las veces que te he visto, eres tú mi mayor obsesión a pesar de todos estos años que hemos vivido lejos.
Tú, luz fugáz, que quemas mi pecho cuando dices adiós, que enchinas mi piel cuando me abrazas, tú, que despeinas mi pelo y haces que me ponga nerviosa cuando me quitas la ropa.
Quiero que seas mi realidad y mi presente, que estes a mi lado todas las mañanas, y que todas las noches me des besos como solo tú sabes hacerlo.
En la ciudad donde naciste me quedo con melancolía y nostalgia que dejan tu visita. Me quedo con mis dos pies que quieren volar, con lo que no existe, con lo que yo creo que debería de ser.
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